¿A quién le echo la culpa?

Han pasado varios años que ya ni sé cuantos exactamente, creo que como cuatro o cinco. No me acuerdo de la fecha exacta de cuando pasó ni del día de su cumpleaños, aunque cada año su cuenta de Facebook sin borrar me lo recuerda así como que ya no hay aniversario qué celebrar.

Pienso en él seguido y luego me acuerdo de que ya no está y es una idea surreal. A veces creo que como no lo veía todos los días, no siento tan pesada su partida. Ya si estoy diciendo verdades, solo lo veía dos o tres veces al año cuando mucho, una de ellas era para verlo brindar por un año terminado y cuando tuve la edad necesaria, brindar con él.

No era de los primos que llamas así por cariño, sino mi primo hermano. Recuerdo que cuando me dieron la noticia me congelé un par de minutos sin hacer reacción alguna tratando de asimilar la idea. Todo fue tan trágico y tan raro, que supongo mi mente sigue sin asimilarlo del todo, no recuerdo muchas cosas pero le he dedicado un par de borracheras por lo que sé que los recuerdos están por ahí en algún lugar de mi cerebro.

Ya existen numerosos cárteles en el Estado de Veracruz y en todo México, que solo Dios sabe cual de todos llevó a cabo tal asunto. Me he llegado a imaginar que una de las razones por las cuales se querían matar entre ellos era tan pendeja como una disputa amorosa o un par de kilometros de tierra que de todas formas no les pertenecen.

Desde entonces, me da miedo visitar Veracruz, lugar al que me daba tanto gusto ir. Me incomodan las series de narcos porque siento que le brinda honor a series tan despreciables, no sé nada de La Reina del Sur ni de El Señor de los Cielos, pero disfruto Breaking Bad y me hace sentir culpable, repruebo a quien consume drogas porque creo que financían a los que dispararon el arma que acabó con una vida y cambió cientos colateralmente. Ya no escucho ciertas canciones que me recuerdan el camino al funeral, ni he visto a algunos familiares por ansias al recuerdo y a las lágrimas. Y todo por un wey que se quiso hacer respetar o yo que sé. Qué mamada.

Somos millones de personas afectadas por los errores de algunos. Muchos muertos y cientos más son quienes los lloran. Al menos lo que nos puede consolar es que ellos ya no están para presenciar el horror en el que vive este país y en lo que nos hemos convertido como humanidad. Hemos llegado al grado que creo que es buena idea crear un listón como el del cáncer para los muertos por el narcotráfico. No sirve de nada, pero ha cobrado igual o más vidas.

Pasan los años y continúan las preguntas sin contestar – a las que nunca tendré respuesta – y se me acaba la energía, el estómago y los dedos para seguir culpando y señalando a personas que nunca voy a conocer. Ni siquiera tengo una cara a la cuál, cuando esté lista, pueda perdonar por el dolor que nos ha causado en este caso en particular.

Ya no sé si culpar al gobierno y a la democracia por no hacer su chamba, deséarle lo peor al asesino anónimo que presionó el gatillo o a quién dió la orden, cuestionar las religiones necesarias para tratar de entender o simplemente aceptar que fue un mal timing y era hora de irse.

Como sea, sigo sin entender a quién le echo la culpa.

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